lunes, 30 de octubre de 2017

GITANOS EN CARTAGO



La llegada de las caravanas de gitanos fue siempre motivo de alegre atracción, especialmente de los niños que aprovechaban furtiva ´´escapada´´ de sus hogares o escuelas para ir al ´´campamento´´ a admirar de cerca los vestidos estrafalarios de las mujeres olorosas a aceite y a resinas acre, de largas trenzas rematadas con vistosos lazos de cinta de variados y subidos colores, zapatillas de tacón alto, faldones largos de variadas telas, blusas livianas, sin mangas y amplios escotes adornados con encajes con las cuales las más viejas cubrían los senos flácidos y las jóvenes los esquivos capullos en flor.

Rostros de color cetrino, nariz aguileña y ojos de interrogante expresión, que hacían más profundas las fuertes líneas de exóticas pinturas; largas manos que ocultaban sigilosamente los naipes tramposos y la voz ronca y cadenciosa que iba mostrando al sortilegio de las evocaciones rituales, las predicciones de los astros, el trajín del tiempo, las variadas estaciones y el canto o graznido de las aves agoreras, en equivoca señal de desventura, ante la muda expectativa del interlocutor ávido de conocer su ´´ suerte´´ a cambio de unas monedas de plata.
Foto Gabriel Carvajal Perez


Los hombres usaban sombreros alones, pantalón corto ceñido al delgado y ágil cuerpo con ancha correa de cuero o faja hecha de fina tela. Ellos se adornaban con cadenas de oro, y las mujeres con collares de varias vueltas y candongas finas, surtidas de insinuantes piedras preciosas.

Los jóvenes iban también al campamento de los aventureros, porque los sortilegios de las cartas servían muchas veces para ensayar amores con las gitanas mozas, de contorneados movimientos y picaresca sonrisa, entre las cuales se mezclaban las sandungas de origen francés o español, con las aventureras huidas de los lares familiares para buscar emociones y vida nueva bajo las carpas, en la azarosa compañía del celoso gitano.
Foto Gabriel Carvajal Perez


Con el indispensable permiso del severo alcalde, los gitanos levantaban sus viejas carpas en las afueras de la ciudad, ´´en la Raya´´, en las estribaciones de la Loma de ´´El Palatino´´ o cerca a la quebrada de ´´Ortez´´ cuyas aguas cristalinas traían en su corriente la medicina aun para enfermedades rebeldes.
Y de allí veían al centro de la ciudad, conduciendo osos de crispado pelo, que bailaban ante la admiración del pueblo y el alegre bullicio de la chiquillería, al son de monocordes de la pandereta y flautas de evocadoras notas.

Años después dejo de ser atractiva la llegada de los gitanos, porque ellos reemplazaron las carpas, el oso bailarín y el mico travieso, que antes constituyeron fuente de alegría y sano esparcimiento, por el hotel, el automóvil y los licores finos perdidos en tabernas brillantes.
El gitano de luenga barba, malicioso comerciante, quedo atrás del galán y de la moza coqueta cuyos ojos vivaces eran permanente invitación al pecado.

Fuentes: Remembranzas de Cartago, Cesar Martinez Delgado. 1985
Fotografias: Mario Garcia Benitez y Gabriel Carvajal Perez

lunes, 23 de octubre de 2017

CUANDO CALDAS CONQUISTO A CARTAGO

Foto cortesía, Diana Maria Duque V.
Breve historia del Puente del Ferrocarril de Caldas y la interconexión con el Ferrocarril del Pacífico en Cartago:


´´Cartago, la ciudad más norteña del departamento del Valle, siempre había estado en los planes del Ferrocarril de Caldas. Primero porque se pensó que fuera el extremo sur del mismo, lo que era irrealizable porque el Cauca, el de la navegación fluvial, quedaba diez kilómetros abajo. Enseguida porque se propuso empezarlo en La Fresneda, puerto cartagüeño sobre el Cauca, para seguir a Cartago y a Pereira, pero el convenio con la nación no permitía traspasar los límites departamentales. Luego, porque los rieles, con la ruta corregida, pasaban al frente, por la otra banda del río La Vieja, y debía establecerse una conexión férrea con la ciudad, para interconectarse con el Ferrocarril del Pacífico que venía avanzando, aunque muy lento, desde Cali hasta el norte del departamento. 
Y últimamente porque el naciente tren caldense había establecido una barca cautiva en La Vieja, para que el comercio cartagüeño pasara a buscar el tren al otro lado, sin pagar el pontazgo municipal del único puente existente sobre el río.
Barca Cautiva a la altura de Cartago.

Por eso, como Caldas en su convenio con el Gobierno nacional debía construir la interconexión y el puente sobre La Vieja, resultó que el ferrocarril caldense llegó primero a Cartago, que el valluno del Pacífico.

Durante los días 16, 17, 18, 19 y 20 de abril de 1922, se celebró la fiesta de la llegada del Ferrocarril de Caldas a Cartago. Hidroavión (con sendas jóvenes de sociedad sentadas las alas, una caldense y otra valluna, representando la unidad interdepartamental) y pequeño barco en desfile por el río La Vieja; entrada triunfal de la locomotora caldense por el gran puente sobre el río; banquetes y discursos; toros, alboradas y desfiles; tren triunfal, lleno de cartagüeños hasta Pereira, para otro banquete; todo presidido por el Gobernador de Caldas, el Obispo de Cali y todas las autoridades regionales. 
Ferrocarril de Caldas, entrando a Cartago.

Y hasta la municipalidad de Cartago había cedido un terreno para que el ferrocarril caldense construyera su estación, al lado de la futura estación del Ferrocarril del Pacífico. 
Estación del Ferrocarril de Caldas, en Cartago, 1922

Caldas había llegado primero a Cartago, ante la incomodidad valluna, y desde los días siguientes hubo rutas de carga y pasajeros desde Cartago hasta Puerto Caldas y hasta Pereira. 
Dos años después, cuando el Ferrocarril del Pacifico llego hasta Cartago, quedo 
interconectada con la línea de Caldas, el 22 de julio de 1924``

Fuente: Ricardo de los Ríos Tobón. Maestría en Historia de la Universidad Tecnológica de Pereira- UTP

Fotos Antiguas de Cartago, Colombia. Pagina en Facebook.

LA LEYENDA DE LA MOMIA EN LA CASA DEL VIRREY

Esta es una de las leyendas más sonadas de la ciudad, popularmente conocida con el nombre de ´´ La Momia de la Casa del Virrey´´. Se trataba de la hija menor del Alférez Real, don Sebastián de Marisancena; Margarita Luisa De La Cruz, quien estando casada con Manuel José Feijoo, habitaba en el segundo piso de la casa, y es donde ella muere en el año 1875 ; Fue entonces sepultada en el campo santo de la ciudad, que para entonces estaba ubicado por el sector que ahora ocupa el colegio Académico.


Cuenta la memoria oral, que un terremoto a principios del silo XX, la desenterró y para sorpresa de todos, el cadáver permanecía intacto. Sus familiares la trasladaron a la casa y la mantuvieron insepulta en un féretro, vestida a la usanza de la época, en una de las alcobas del piso superior de la Casa del Virrey, hasta la década de 1940, en que el padre Hernando Botero O'Byrne, le dio sepultura eclesiástica en un sitio que nadie conoció y cuyo secreto se llevó el, a la tumba. 




Se dice que su alma aún sigue vagando por los espacios de la Casa Museo, según contaba en el año 2012, el vigilante de nombre, Horacio, quien aseguraba que se siente su presencia, porque del cuarto donde ella permaneció insepulta por tantos años, proviene ruidos de alguien que camina y también se escucha tocar las teclas de un piano.







Fuente: Centro de Historia de Cartago. Diario El País. Libro, Leyendas Populares Colombianas
La imagen publicada es una alegoría de la narración, No corresponde a la realidad

"PORQUE DIOS LO MANDA, TE PERDONO, PERO NO OLVIDO"

El Alférez Real don Sebastian de Marisancena (primer propietario de la Casa Marisancena o Casa del Virrey) se casó el 18 de agosto de 1783, con doña María Josefa Sanz de San Juan y Vicuña, dama de preclaro abolengo. Pero la felicidad no reino muchos años en la aristocrática mansión, dotada del severo lujo palaciego, en donde los pebeteros de plata encendidos por los esclavos negros, mezclaban su sahumerio al aroma de los azahares del patio. Cuenta la tradición oral que cuando nació su última hija, Margarita Luisa de la Cruz, llegaron a Cartago tres nobles españoles, uno de ellos Oidor de la Real Audiencia. La señora de Marisancena hizo los debidos cumplimientos a los ilustres visitantes, pero tuvo el descuido de No ataviarse con sus mejores joyas como lo había ordenado don Sebastián.


Cuando la visita abandono la casa, el Alférez Real ultrajó duramente de palabra a su esposa, quien llena de indignación abandono el hogar para refugiarse en la casa de sus padres, sin llegar nunca a una reconciliación, a pesar de las intervenciones de las familias, del clero y de las autoridades civiles. Doña María Josefa era altiva y jamás volvió a entenderse con su marido, a quien odio hasta su muerte.
La enfermedad llevo a don Sebastián al lecho de muerte y a instancias del sacerdote que le administro los sacramentos, doña María Josefa convino en presentarse a su marido para manifestarle que le perdonaba el ultraje; pero fue esta una simple manifestación de obediencia a las prescripciones religiosas, pues la altiva matrona entro en la alcoba del moribundo caminando de espaldas para no mirarlo, se detuvo ante el lecho y pronuncio estas palabras: "Porque Dios lo manda, te perdono, pero no olvido" y se retiró al punto, dejando comprender a los circunstantes, la recóndita aversión que había cobrado a su esposo.

Fuente: Cartago y Santa Ana de los Caballeros, de Jorje Peña Duran.
La imagen es una alegoría de la narración, No corresponde a la realidad.

EL CARTAGAZO

RECUERDOS Y CONSECUENCIAS.

La ciudad está conmemorando en este mes de octubre, 34 años del infausto y doloroso episodio de lo que se conoció como: ´´El Cartagazo´´, Una versión fidedigna, relata que el 10 de octubre de 1983 la inconformidad por el alza desaforada de los servicios públicos, origino una manifestación de ciudadanos, que en principio pacifica, se fue tornando en asonada, hasta el punto de prender fuego al edificio donde funcionaban las oficinas de las Empresas Municipales, donde fue quemado el archivo del Concejo Municipal (ubicado en el segundo piso), que contenía documentos desde el siglo 16, entre ellos los archivos históricos sobre la traslación de Cartago en 1691.


El evento fue de tanta connotación nacional, que el entonces presidente Belisario Betancur, se dirigió esa misma noche a los colombianos por televisión y declaro la congelación de las tarifas de servicios públicos en Cartago.
Pero a pesar de la inmensa tragedia material, en lo referente a la destrucción de las instalaciones del edificio de la Empresa Municipales y el Concejo Municipal, pocas personas han cuantificado el daño que se le hizo a la historia de Cartago, al ser destruidos y quemados muy importantes archivos, libros y demás documentos que avalaban nuestro brillante pasado.


 Ya en una fecha anterior, también habían sido destruidos valiosos documentos que contenían información histórica de la antigua ciudad, según reseña en 1963, el historiador Juan Freyde, en su libro, Historia de la Antigua Ciudad de Cartago.
Textualmente dice: ´´En el año 1960 viaje a Cartago para investigar los fondos del archivo municipal y buscar datos para reconstruir la historia de Cartago antigua. Recibí una desalentadora noticia, que, en el año 1949, con el fin de ampliar las oficinas del Concejo Municipal, un alto empleado del municipio, ordenó el desalojo de un cuarto que estaba repleto de viejos papeles, sin valor, porque no se podía leer y la habitación apestaba´´.  Fue así que desaparecieron los documentos de la historia de la Región Quimbaya en su centenaria ciudad fundada hace 477 años por el Mariscal Jorge Robledo


Para tener una idea clara del sacrilegio que se cometió en 1949, damos a conocer el inventario de documentos que conservaba el archivo municipal de Cartago, elaborado por el capitán Joseph de Mendoza y Bueno, alcalde ordinario en el año 1725. Es decir, treinta y cuatro años después del traslado de nuestra ciudad en 1691.
El archivo consta de:  


 1    cuaderno de la Fundación y Limites de Cartago
 30   legajos de cedulas provisionales reales
 22   legajos de registros de escrituras
 15   libros de actas del Cabildo Municipal
 111 cuadernos de causas civiles
  28 cuadernos de causas criminales
  85   cuadernos de inventarios y testamentos
  1     Libro de la Caja Real
  1     legajo de papeles varios.


Del total de este enorme documental, solo queda actualmente 2 libros que contienen las actas del Cabildo Municipal, desde los años 1639 a 1738.
Pero la historia es un testigo mudo que guarda y atesora sucesos a veces muy dolorosos, ya que, si en 1949 se atentó abruptamente contra nuestro archivo histórico, también en 1983 se repite el suceso, cuando un puñado de vándalos inmersos en una protesta pacífica, quemaron sin piedad los archivos testimoniales de nuestra historia.

Por eso es tan importante que nuestra ciudad cuente en su haber con el Archivo Histórico que atesora con fidelidad, todo lo referente a documentación gráfica y fotográfica de nuestra historia.

Fuentes: Periódico ´´Norte Hoy´´, publicación del 21 de octubre de 2017
Fotos Antiguas de Cartago, Colombia. Página en Facebook.
Luis Carlos Franco Gil, miembro del Centro de Historia de Cartago

lunes, 1 de mayo de 2017


PERMANENCIA DEL LIBERTADOR EN CARTAGO


Hecho notable para Cartago, la llegada y permanencia del libertador Bolívar entre los días comprendidos del 29 de diciembre de 1829 y el 4 de enero de 1830.


Desde el instante mismo en que se conoció la noticia del día y hora del arribo del padre de la patria a la ciudad, empezaron los preparativos para recibirle tal como correspondía al hombre de guerra y al Caballero de la Gloria y de la Libertad, que ya en el ocaso de su vida buscaba afanosamente los caminos de la reconciliación con su espíritu y recorría las rutas de la decepción y del dolor, como otrora recorriera triunfante los caminos del nuevo continente en procura de la soñada independencia.
Nombrada por la Sala Municipal y las demás autoridades, la Junta de Recepción -encargada de proclamar los actos- esta entro inmediatamente en funciones, para lo cual se instaló en casa del procurador, señor Vicente del pino, ubicada en la carrera 5 con cruce de la calle 8, procediéndose al nombramiento de la junta directiva que quedó constituida en la siguiente forma:  presidente el mismo de la Sala Municipal, Jerónimo López Martínez; vicepresidente, Alonso Becerra; y secretario, Pedro A. Guevara. (archivos del Concejo, Tomo 14 Folios 141 a 180).


 Casa ubicada en la carrera 5ta con calle 8

Como es de rigor la antedicha junta principio sus labores no solo asesorándose de personajes notables por su rango social y posición cultural, que también por el caudal de sus ¨doblones´´ como que tenían el encargo de financiar los actos programados para los seis días que habrían de durar los regocijos públicos y las reuniones sociales con carácter de acontecimiento extraordinario.
Y no podría ser de otro modo ya que el recepcionado había alcanzado la cúspide de la gloria, se reputaba como esteta consumado y había estado en contacto con la nobleza de principios de siglo, en las más rancias capitales de Europa y de América. No en balde en la retina de sus ojos y en la visión de su mente, habían quedado grabadas ´´la belleza y la estética de aquella época de despotismo donde el clero deslizándose con tácitos pasos, era el único que legaba a codearse con el poder y a veces a compartirlo con los grandes, aunque aparezcan a través de la poesía y de  la leyenda haber ejercido siempre el imperio de un encanto aún vivo y revocado cada  día y el influjo de ese encanto, no es lo que menos nos ha hecho comprender cuanta riqueza dieron los españoles a los americanos a trueque de la libertad´´ según concepto de Emil Ludwig.

Pues que teniendo en cuenta quizá esta trayectoria y antecedentes personales del Libertador, nuestros antepasados no omitieron detalle para que su presencia en Cartago fuese grata. Fue así como el 27 de diciembre se dio principio a los festejos con iluminación general y gran cantidad de juegos pirotécnicos lanzados desde los distintos sectores urbanos, por los entusiastas comisionados que para tal evento habían sido nombrados con anterioridad.

La comisión de recepción quedo integrada por algunos miembros de la  Sala Municipal y por los señores Fernando Ruiz Z., Demetrio Bonilla H., Juan Antonio Porras, Juan V. de la Zabala, Mariano Hormaza y Matute y Mario Becerra Borja, quienes ultimaron todos los detalles y organizaron la cabalgata que recibió al general  Bolívar , más adelante del poblado de Zaragoza y lo condujo por el antiguo camellón del sur (hoy avenida Décima) en medio de inusitadas demostraciones de júbilo, hasta el propio corazón de la ciudad, a la residencia de la familia Santibáñez, situada en el costado sur de la plaza principal contigua al templo de san Jorge y en donde en el año de 1930 con ocasión del centenario de la muerte del libertador, se colocó una placa de mármol conmemorativa que dice así: ´´Aquí estuvo el Libertador. 29 de diciembre de 1829 a enero 4 de 1830´´´.

Casa de la familia Santibañez, donde se hospedo el Libertador

La iluminación de la ciudad con mechones de gas facilito a las gentes –de todas las clases sociales- la circunstancia de hacerse presentes a las 7 de la noche, hora del arribo del notable personaje. Un grupo de linajudas damas vestidas a la usanza y encabezadas por doña María Luisa del Portillo y doña María Ladrón de Guevara, entrego una bella ofrenda floral y coloco sobre las sienes del héroe una simbólica corona de laurel exornada de rojos claveles.
Acto seguido el presidente de la Sala municipal y de la Junta Recepcional pronuncio una bella oración exaltando los grandes atributos y merecimientos del prócer declarándolo huésped de honor de la ciudad.


Este discurso fue contestado por el Libertador en feliz improvisación adornada de figuras literarias y llenas de belleza y colorido, aunque con voz apagada, que según dicen algunos observadores y comentaristas de la época en las crónicas locales, denotaba ya el agotamiento corporal y la depresión de espíritu que un año después habría de conducirlo –decepcionado y amargado- a las pertas del sepulcro en San Pedro Alejandrino. 
Después de estos actos y de otros de protocolo, el libertador y su comitiva, entre la cual se encontraban generales y oficiales de las campañas libertarias, se retiraron a descansar con el fin de prepararse para el día siguiente donde se cumplieron números y atracciones especiales que remataron con el gran baile de gala ofrecido por don Francisco María de Cerezo y en cal se hicieron presente los más encopetados personajes de la época. Dos de las más bellas damas de entonces, doña Carmen Tulia Yuste y doña Mercedes Gómez recitaron – durante la inolvidable velada- las más bellas poesías y se constituyeron en motivo de admiración de todos los circunstantes, no solo por su belleza física, que también por sus eximias cualidades sociales.
El tercero y subsiguientes días –inclusive el de año nuevo de 1830- fueron dedicados por el libertador para atender visitas y comisiones que iban a presentarle sus respetos. El quinto poso para que el distinguido pintor Jaime Joaquín Santibáñez – uno de los dueños de casa- pintara su retrato al óleo que, según los conceptos de los entendidos en el arte pictórico, puede parangonarse con las mejores obras en este género de la pasada centuria y de la época colonial. Por tradición se sabe que este retrato perteneció al salón de sesiones del Cabildo de donde desapareció en la primera década del presente siglo, sin que nadie hasta la fecha sepa de su paradero.

 Este cuadro pintado al oleo, por el maestro Santibañez.
   Se encuentra en el Museo de Antioquia, 
Debe ser uno de los últimos retratos que hizo del Libertador 
 por el aspecto físico que este tendría en sus últimos años de vida.
                                                                   
                                                      


Los dos últimos días de la estadía del Libertador, los dedico a la visita de los templos. Dice una crónica local que al penetrar al recinto de la Iglesia Matriz de San Jorge, hubo de admirar la bella escultura española de la Virgen de la Paz, donada a la ciudad por el Rey Felipe III y cuyo culto data de 1604 en que fue consagrada como soberana de la ciudad y Patrona del Nuevo Reino de Granada. Recorrió los alrededores y sitios pintorescos de la ciudad. Anduvo a pie y dialogo con las gentes sencillas y humildes que encontraba a su paso con el fin de indagar sobre sus inquietudes y necesidades y sobre el concepto que les hubiese merecido la recobrada libertad.

Oleo del maestro Humberto Moriones, donde se muestra al Ibertador
siendo recibido en la Casa de Marizancena


En estas condiciones se llegó el 5 de enero de 1830 en que debía abandonar a Cartago. Con las primeras luces del amanecer se ultimaron los preparativos para el viaje de regreso. No obstante, lo temprano de la hora, una nutrida concurrencia se agolpo frente a la casa donde permaneció el libertador por varios días con el fin de presenciar su partida. Un grupo de damas y caballeros le acompaño en el recorrido hasta la salida de El Quindío, le prodigo 
atenciones y le dio el adiós de despedida. Entre los que lo acompañaron hasta San Sebastián de la Balsa, hoy Alcalá, figuran entre otras las siguientes personas: Jaime Joaquin Santibáñez, Casimiro Duran, Anastasio Gamba, Miguel Mendoza Bueno, francisco Gamboa y Joaquín Martínez Santibáñez, tesorero de rentas del distrito. (Archivo del Concejo, Tomo citado.)


                                      Placa conmemorativa por la estadía del libertador en Cartago.                                                                  Ubicada en el edificio Peada, antigua casa de la familia Santibañez
Carrera 5 entre calles 11 y 12   Parque Bolívar
                                         

Durante su estancia en Cartago, el Libertador escribió algunas cartas, entre ellas, una dirigida al General Rafael Urdaneta, fechada el 02 de enero de 1830,  donde le expresaba textualmente: ``Mi querido General, recibí ayer tarde las comunicaciones del 18. Yo me iré del país sin llevar un peso conque vivir, pero prefiero pedir limosna en países plagios, a ser espectador de tantos horrores como nos esperan. Al fin yo soy solo, pero usted que tiene familia ¿que hará? Me duele en extremo su suerte. Usted puede elegir tomar asilo a Venezuela, ya que no tiene dinero conque salir del país. Usted sabrá lo que mas le conviene. Yo sigo pasado mañana por el Quindio mi marcha. llegare a Bogota del 12 en adelante``.

Otra carta envió a Jose Maria del Castillo y Rada, todavía desde Cartago, el 04 de enero de 1830, donde le decía textualmente: ``Mi estimado amigo, ayer he recibido la horrible noticia que ha venido de Venezuela; mas por el modo que en la esencia esto puede tener resultados muy fatales y capaces de disolver la República``.  




Fuentes: Archivos del Concejo de Cartago
Daniel Arturo Gómez, en el libro ´´Cartago en la historia´´.
http://www.ventarte.com/colarte/conspintores.asp?idartista=1094
banrepcultural.org
delaurbe,udea.edu.co
archivodellibertador.gob.ve

  


domingo, 9 de abril de 2017

LA SEMANA SANTA

Foto del Archivo Historico de Cartago.

Las festividades de Semana Santa constituyeron en Cartago, a través de los años, demostración religiosa de singular renombre. Fue siempre un admirable desbordamiento de fe, la reafirmación de las creencias aprendidas por un pueblo de intensa formación cristiana y la piadosa comunión de Dios.

La religiosidad acuñada en el alma de la ciudad, el respeto social, la candorosa fraternidad de las costumbres, la sencillez enaltecedora, todo contribuía al esplendor de la Semana Santa o Semana Mayor, como fue denominada en los ritos orientales de las primeras épocas de la iglesia.

Las gentes de todos los sectores sociales se preparaban con antelación para las festividades, no solo con espíritu religiosos sino cívico, porque siempre fue el amor a la ciudad, guía segura de las manifestaciones de su desarrollo. Se enlucían los templos; los ciudadanos cumpliendo el mandato de las autoridades o libres de reglas oficiales, decoraban los frentes de las residencias; los cartagueños ausentes de los lares familiares retornaban a la ciudad que los recibía con alborozo; era notoria la afluencia de devotos de otras regiones y los campesinos dejaban sus parcelas para venir a la ciudad en piadosa romería. Las gentes no emigraban a los lugares de recreación publica, sino que al contrario se congregaban en la ciudad con espíritu abierto a la fe y la esperanza.

Llegada la quinta semana de cuaresma, se inciaba el domingo la liturgia con la procesión de las palmas, cuya tradición se remonta a la iglesia de Jerusalén, en el siglo IV. Era día de gloria. El pueblo y el sacerdote en simbolismo avasallante oraban en voz alta: Benedictus qui venit in nomini Domini.

Jesús montado en un borrico, recorría con el pueblo las empedradas cales de la ciudad, a los acordes de la banda de músicos de Cayetano Garcia y las gentes agitaban jubilosas los tupidos ramos traídos de los campos de la ubérrima comarca, en apretada multitud que cubría varias cuadras. El lunes, los oficios litúrgicos se circunscribían a los templos, y por la noche se efectuaba la primera procesión. con impresionante sencillez y orden.

La falta de luz eléctrica producía cierta tonalidad echizante, porque el alumbrado con velas de cera de castilla o de esperma era intenso, y el recogimiento místico del pueblo daba la mas alta nota de la cultura tradicional.

El martes a medio día se efectuaba la ´´comida de los presos´´ . Familias pudientes preparaban abundantes y exquisitas viandas y en silenciosa procesión iban a ´´El 40´´ que así se llamaba con cierto aire de pavor, la cárcel que permanecía de años atrás, al cuidado de Donaciano Marmolejo, ciudadano de singular simpatía e inflexible rigidez disciplinaria. Ejercía las funciones de alcaide, nombre dado en esa época al Director de los establecimientos carcelarios.

El Jueves Santo era el gran día de la Iglesia. La fecha magna conmemorativa de la Institución del Sacramento de la Eucaristía. La Consagración de los óleos estaba reservada a las iglesias Catedrales, pero en los templos parroquiales se efectuaba la ceremonia del Lavatorio. Doce niños o ancianos representaban a los Apóstoles en este acto simbólico. Los ministros de la iglesia vestidos de blanco cantaban el Gloria entre el sonido prolongado y alegre de las campanas, para silenciarse después hasta la misa de pascua. Con la traición de Judas, Jesús Hostia, era conducido ante el recogimiento del pueblo congregado en el templo y en las calles adyacentes al ´´monumento´´ artísticamente adornado con profusión de luces y flores. Llegada la noche se iniciaba la esplendorosa procesión.



Iniciaba el recorrido la Cruz Alta, llevada por un grupo de monaguillos vestidos de rojo y blanco. Luego las imagenes de San Pedro, San Juan, María Magdalena, La Verónica y el ´´Paso´´ de la Oración en el Huerto. Seguían las autoridades y funcionarios publicos, rigurosamente vestidos de negro, presididos por el Prefecto provincial y el Alcalde Municipal. Y cuando algún hijo de la ciudad ocupaba la Gobernacion o un cargo de destacada importancia en la Capital, viajaba a Cartago para presidir la procesión.

Los altos funcionarios portaban lujosos estandartes. venían luego el pabellón de las señoras, el de las señoritas de la mas rancia estirpe social, lujosamente vestidas, las Consagraciones religiosas, entre otras las Hijas de María y las Socias del Sagrado Corazón de Jesús. Y por ultimo la efigie legendaria del Señor de las Misericordias. Su cabeza de cabellos color de vino inclinada hacia el lado derecho, sus ojos adorables ya cerrados, como también su boca que había exhalado el suspiro final después del grito desgarrador ´´todo esta consumado´´. Sus brazos extendidos y sus manos abiertas enclavadas en el madero de la Cruz. Su cuerpo exánime y sus pies aun sangrantes pero inmóviles por la rigidez de la muerte.

 Archivo Historico de Cartago


Las andas artísticamente ornamentadas por las delicadas damas de un grupo de damas entre las que descollaban por su cristiana devoción y sus virtudes doña Clementina de Duran y doña Tulia Sanchez de Vallejo. Altos cirios de cera virgen de castilla, bajo el palio de terciopelo rematado con borlas doradas, constituían un conjunto de arte y belleza, para albergar la sagrada imagen del Cristo cuya veneración tuvo sus labores en el antiguo Convento de los Padres Franciscanos de Cartago, en las postrimerías del siglo XVII.

Formando imponente calle de honor al Cristo, los alumnos del Colegio Académico de Varones, con sus profesores, presididos por el Rector del ilustre plantel, semillero de sabiduría.
En los andenes, en fila interminable, los fieles portando velas de cera de castilla o de esperma entonando en voz alta las oraciones que subían al cielo confundidas con el incienso y la mirra.

La imaginación de las gentes tejía candorosas leyendas alrededor de la efigie del Misericordioso; se decía que cuando el Cristo no quería salir del templo, como castigo a las desviaciones sociales, aumentaba su peso, de tal suerte que no había cargueros capaces de transportarlo.

El Viernes Santo era día de luto. la afluencia de gentes en los templos visitando los monumentos, era inusitada. A la 1 de la tarde se iniciaban los oficios religiosos. Los templos colmados de fieles que escuchaban la lectura de la Pasión según el texto de San Juan, de acuerdo a la liturgia. Y luego un connotado orador sagrado pronunciaba el sermón de las siete palabras. El tiempo no ha logrado desdibujar el eco de las grandes oraciones del Padre Jose Ramón Gamba, doctorado en teología y derecho canónico; del ilustre levita Hernando Botero O´Byrne, del Padre Pablo Chaves y del Padre Jose Ramón Bejarano.

Uno de los ritos mas importantes del viernes y al cual asistía la multitud de fieles, era el de las tinieblas. Se levantaba en el presbiterio del templo, la saeta, especie de candelabro triangular que llevaba fijas quince velas de cera virgen de castilla que se apagaban al final de cada salmo. Y luego la adoración de la cruz, de la cual había sido bajado el Cristo yacente para colocarlo en el sepulcro, por dos creyentes que simbolizaban a los Santos Varones que cumplieron el mandato profético.



La procesión se iniciaba a las 8 de la noche. Todo estaba vestido de negro. Los caballeros y las autoridades de riguroso frac; las señoras y señoritas, las Congregaciones religiosas. Era la demostración tangible del luto de la iglesia. Esa noche ingresaban a la veneración publica las estatuas de Jose Nicodemus y Jose de Arimatea, que eran guardadas por la familia Bermudez en el barrio de El Llano. Seguían las insignias de la Pasión, San pedro, el Nazareno y el Santo Sepulcro, a cuyo lado del Colegio Académico de Varones, era llevado en hombros por los alumnos del establecimiento.



El Sábado era el día de la colonia antioqueña. Todos los actos religiosos convocaban a los antioqueños a la oración y recogimiento. En la procesión de la noche no salían sino la imagen de la Virgen de los Dolores, llamada ´´La Soledad´´, vestida con fino y amplio manto negro.

El pueblo había asistido en la mañana a la bendición del fuego, la consagración del agua bautismal y la renovación d elas promesas del bautismo. Son dignas de especial recuerdo las señoras Genoveva Guzmán de Villegas, Helena Echeverry de Arango, Teresa Echeverry de Londoño, Elena Mejia De Los Ríos, entre otras, quienes organizaban los actos litúrgicos.

El Domingo de Pascua, era la fiesta de los niños que se disputaban el acompañamiento de las imágenes de San Juan y Maria Magdalena. La incontenible alegría de la bulliciosa muchachada, celebrando en las calles: La Resurrección de Cristo.

La ciudad cumplía año tras año, sus deberes espirituales con la Iglesia de sus mayores, en espontanea y multitudinaria demostración de fe, hasta que el rigor de las épocas modernas suprimió las festividades publicas, dejando en la memoria del pueblo el sabor nostálgico de aquellos días de cristiana conmemoración.

Relato tomado de ´´Remembranzas de Cartago´´ de  Cesar Martinez Delgado